La humanidad pierde al vigía de asteroides asesinos

El radiotelescopio de Arecibo, inaugurado en 1963, se ha venido abajo sin poder ser desmantelado y deja un enorme legado científico tras ejercer de línea de defensa planetaria.

 

Monumento a la curiosidad

"Arecibo era un monumento a la curiosidad humana. Era como una catedral con sus torres elevándose al cielo, buscando... Era un ojo que mira al espacio para ver que hay más allá", dice Altschuler, con un inevitable punto de tristeza. Se construyó entre 1960 y 1963. Con su antena de 305 metros, fue el observatorio más grande del mundo hasta la entrada en servicio en 2016 del radiotelescopio chino FAST, de 500 metros. "Siempre fue el grandote del equipo", ha escrito en su despedida Seth Shostak, astrónomo del Instituto SETI, dedicado a la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Del observatorio de Puerto Rico procedían los datos que analizaron, desde 1999 hasta el 31 de marzo pasado, millones de ordenadores domésticos para buscar señales de radio inteligentes, dentro del proyecto SETI@home.

Para Agustín Sánchez Lavega, director del Grupo de Ciencias Planetarias de la Universidad del País Vasco, "Arecibo es un icono de la astronomía, como los observatorios de monte Wilson y monte Palomar, y el telescopio espacial Hubble. Ha revolucionado la radioastronomía. Su legado científico es inmenso". Poco después de su inauguración, en abril de 1964, Gordon Pettengill descubrió con él que la rotación de Mercurio era de 88 días y no de 59, como se creía. Fue el primero de una serie de extraordinarios hallazgos.
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Cuatro años más tarde, Richard Lovelace determinó en Arecibo que el púlsar del Cangrejo gira sobre su eje treinta veces por segundo, la primera prueba de la existencia de las estrellas de neutrones, las más pequeñas y densas. Tanto que una cucharadita de su materia puede pesar mil millones de toneladas. "Russell Hulse y Joseph Taylor descubrieron aquí en 1974 el primer púlsar doble, por lo que ganaron el Nobel de Física en 1993", indica Altchusler. Y Sánchez Lavega destaca cómo "fue el instrumento con el que Aleksander Wolszczan y Dale Frail identificaron en 1992 los primeros planetas extrasolares. Giran alrededor de una estrella de neutrones, el púlsar Lich".

En 1989, su radar obtuvo la primera imagen de un asteroide, Castalia. "Arecibo ha sido un instrumento único para estudiar los asteroides cercanos a la Tierra", afirma Josep Maria Trigo, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio del CSIC y del Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña.

"Cuantos más radiotelescopios como el de Arecibo haya dedicados a la vigilancia de estos objetos, mejor de cara al riesgo de un impacto", advierte Trigo, quien recuerda cómo en 1908 un cuerpo de 50 metros de diámetro arrasó 2.100 kilómetros de bosque siberiano y que el que explotó sobre Cheliábinsk en 2013 medía solo 15 metros. El radiotelescopio de Arecibo era el instrumento más sensible del mundo para la protección planetaria de posibles impactos meteoríticos. Sus días han terminado abruptamente. Los expertos confían ahora en que se construya un nuevo Arecibo. Por nuestra seguridad. *


Para clasificar la peligrosidad de estos objetos, se ha establecido la Escala de Turín (Torino scale), que se determina con la siguente tabla:

Nivel 0: probabilidad de colisión cero o muy por debajo de la probabilidad de que un objeto al azar alcance a la Tierra durante las próximas décadas. También se aplica a objetos pequeños que se desintegrarían durante su entrada a la atmósfera terrestre.

Nivel 1: probabilidad muy baja de colisión, similar a la probabilidad de que un objeto al azar alcance a la Tierra durante las próximas décadas. *

Nivel 2: probabilidad baja de colisión.

Nivel 3: probabilidad de colisión capaz de causar daños locales superior al 1 %.

Nivel 4: probabilidad de colisión capaz de causar devastación regional superior al 1 %.

Nivel 5: probabilidad elevada de colisión capaz de causar devastación regional.

Nivel 6: probabilidad elevada de colisión capaz de causar una catástrofe global.

Nivel 7: probabilidad muy elevada de colisión capaz de causar una catástrofe global.

Nivel 8: colisión segura, capaz de causar daños locales. Esto debería suceder una vez cada 50 a 1000 años.

Nivel 9: colisión segura, capaz de causar devastación regional. Esto debería suceder una vez cada 1000 a 100 000 años.

Nivel 10: colisión segura, capaz de causar una catástrofe climática global. Esto debería suceder una vez cada 100 000 años o más.

*Fuente: Heraldo.es